– Señor levante se y Preséntese–. Apuntando a Armando.
– Me llamo Armando vengo de la secundaria Escutia–. Mientras vuelve a su lugar.
– ¿Escutia? De “escutiar”...–un mal y tonto chiste dice el profesor, como era de esperarse.
–Algo así. –me río intentando que mi risa pareciera un poco convincente.
– ¡Tenemos un feliz! –se entusiasma el profesor. –Deberían aprender de él, la mayoría son amargados. Nunca se quieren reír, y no entiendo el por qué.
Todos me voltean a ver.
Me ruborizó y mi risa entre dientes no es tan amigable.
Cada alumno, comienza a presentarse, empezando desde Luis, que estaba a un lado del escritorio del profesor, (un clásico).
Para ser sincero, y no hacerlo larga, solamente escuche los nombres de mis compañeras.
Después de terminar las presentaciones, el profesor nos pide sacar nuestro libro de química. Lo busco en mi mochila pero no lo encuentro, saco todos mis útiles y no estaba.
– ¿Algún problema? "happy face"... –me toca la espalda mi compañero de atrás.
– ¿Mande?– le respondo un poco extrañado.
– ¿Que buscas?..." happy face"
Volteo, un poco molesto por el comentario.
–Tranquilo Armando, solo es una broma, me llamo Ernesto–. Ernesto alza las manos en un modo para detenerme.
– No te preocupes –ya un poco calmado. –te recuerdo, estabas en los cursos conmigo.
– Si, solo que no te hablaba, tenías a tus amigos. Ahora te dejaron sólo ¿no es así?
– Así es, qué más puedo hacer. Me llamo Armando. –le extiendo la mano.
–Mucho gusto Armando, mira parece que no encuentras tu libro. Usa el mío yo me encargo del profesor...–mientras Ernesto toma su libro y lo intenta poner en mi mesa banco.
– Pero te sacara de la clase. Y es el primer día. No tienes que preocuparte por mí, encontrare algún modo de que no me mire.
De todas maneras, es mi Tío. –sonríe en forma de gloria.
Pasado el horario de la clase. Ernesto me presentó a sus amigos Roberto y Melvin. Ese era su grupo desde la secundaria, según él, eran un trípode.
Ernesto era divertido, hacia demasiados chistes muy buenos. Roberto, el más serio de vez en cuando contaba algo gracioso, bueno el hecho de contar algo ya era ganancia para ellos. Melvin era un fanfarrón por así decirlo, siempre quería ser el centro de atención. Pero de algún modo me incluyeron a mí.
Saliendo de las clases nos despedimos tomando cada uno caminos diferentes. Melvin se dirigió al mismo que yo. Su casa quedaba de camino a la mía. En el transcurso platicamos demasiadas cosas. Era muy divertido, hablamos de videojuegos, anime, series, de todo lo que me gustaba le gustaba a él. Fue como ver a mi gemelo, pero a mi gemelo gordo.
Melvin me detiene del brazo. Volteo hacia él y tiene su cara pálida.
– Armando, será mejor que doblemos por esta esquina–. Me señala un callejón a lado de unas casas.
–Qué te pasa yo vivo para allá no alargare mi camino.
–Tú no entiendes, ahí se encuentra Derek–. Su rostro se tornó pálido como la nieve, como así hubiera visto un fantasma.
– ¿Derek? Es tu novio de casualidad. –burlándome de el–no te preocupes le diré que solo somos amigos. –Continuo riendo mientras tomó del hombro a Melvin. –A ver cuenta, que tiene Derek.
–Solo vámonos por aquí por favor, te lo explicaré después.
–Tranquilo. Está bien, si es enserio, iremos por otro lado.
El grito de Derek me hizo detener.
– ¡¿Que te dije imbécil?! ¡Tu cara me sigue dando asco! – era Derek riéndose junto a un grupo de amigos, un poco vagos.
–Melvin – observando a Derek y frunciendo el ceño –ojala sea para ti. Porque si no, ese tipo se buscara problemas.
Antes era demasiado explosivo. Trataba de seguir calmado a todo momento. Entrene dos años con mi hermano mayor kick boxing. Era demasiado estricto conmigo. Siempre me decía que usara esto para defenderme de la muerte o problemas mayores. Mas una vez no lo escuche. Me sentía demasiado poderoso. Podía con todo el mundo. Bueno, así lo miraba yo. Casi mato a golpes a un sujeto, que choco con mi hombro en la secundaria. Las autoridades fueron a casa y mis padres se decepcionaron junto con mi hermano, que no volvió a entrenarme nunca más.
–Vámonos Armando no quiero problemas.
– Pero no tendremos ninguno. Has lo que yo, ignóralo. –trato de calmar a Melvin o darle un poco de ánimos. Pero eran en vano.
– ¡Ya no escuchas o que pasa contigo! –vuelve a gritar Derek
Miro a Melvin un poco molesto y sé que siente impotencia a no poder hacer nada contra ellos. Ellos eran tres, sin contar a la mujer que estaba con ellos. Se miraban rudos y Melvin para nada. Él era un pelmazo.
–Si te escucho, pero al igual que yo no escucha pendejadas. –le contesto a Derek.
Melvin intentó sacarme de ahí corriendo pero lo detuve.
Las expresiones del grupo de Derek cambiaron. Y se levantaron de unos asientos que estaban en el parque.
Se acercaron lo suficiente como para saber cómo y quienes eran.
–Y tú quién vergas te crees que eres, ¿su perro guardián?
Al momento de oír ese insulto, sentía mi sangre y adrenalina, corriendo por todo mi cuerpo, buscando una salida desde mis puños hasta la cara de Derek
–Eso a ti no te importa. Pero tú ya tienes a dos más ¿no?, bueno tres si contamos a...–me sorprendo al mirar a la cuarta persona. –...pero qué demonios...
¿Nallely?
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