sábado, 17 de diciembre de 2016

Capitulo 15

Ernesto se encontraba en su clase de administración como de costumbre. No prestaba mucha atención a lo que la maestra explica. Era típico de ser un poco distraído. La escuela no era su gran fuerte. Su familia era dueña de empresas pequeñas que estaban estratégicamente muy bien colocadas en empresas mucho más grandes. Tenían su vida lista para disfrutar, sin tener que mover ni un solo dedo. Pero tenía una familia muy estricta.
–Si no terminas tus estudios, olvida que vivirás de lo nuestro. No nos cuesta nada a tu madre y a mi dejar que te mantengas con los negocios. Es sencillo lo sabemos, pero en esta vida nada es gratis, tienes que ganarte lo.
Siempre le decían eso sus padres, así que no le quedaba de otra.
La maestra no le decía nada a Ernesto por no poner atención. Sus padres también hicieron una gran caridad a la universidad para que lo dejaran entrar, ya que nunca quiso pasar el examen. Fue algo así como un soborno.
Es por eso que a ningún maestro le apetecía llamarle la atención.
Solo que a la maestra Edith le molestaba que distrajera a sus compañeros.

Ernesto llamo a su compañero de a lado, un poco asombrado.
– ¡Erick, mira! –Señalo la ventana– los helicópteros vienen por mí.
Se mofaba de que algún día su padre aterrizaría en una supuesta nave y lo sacaría de estudiar.
–Te dije mi a mi padre le gusta montar un espectáculo.
Unos helicópteros negros pasaron por encima de la universidad. Empezaron a dar vueltas, como si estuvieran maniobrando o entrenando en una formación piramidal. Dos de ellos se separan del grupo y se dirigen a la universidad.
– ¡Ernesto! Podrías por favor dejar de molestar a tus compañeros de clase y leer la teoría de conversión de números cuánticos de la página cuarenta y siete.
Ernesto un poco apenado por la situación toma su libro y comienza a buscar la página, mas no la encuentra.
–Profesora, no encuentro la teoría de conversión de....–
Sin terminar la oración una explosión y un pequeño tembló sucumbe la escuela, y entre gritos y sollozos los alumnos intentan salir a toda prisa y entre tropiezos del aula.
– ¡Manos en la cabeza! ¡Estos no es un simulacro! – les decía la profesora con una calma, mientras los demás salían ella les decía que saliera caminando. 
Ernesto no espero y empezó a empujar a todos para así poder salir lo más pronto posible. El pasillo estaba repleto y todos se echaron al suelo a escuchar una segunda explosión. Alberto no espero en las filas y abrió las ventanas para salir estando a una altura de 6 pisos brinco. Ernesto fue en su ayuda y al mirar a la planta baja, se mirada muestra miedo al observar como las hélices destrozaban el cuerpo de Alberto. El corazón de Ernesto latió a una velocidad sorprendente, que sentía que su corazón saldría esparcido de su pecho. El aula se había vaciado solo quedaba la profesora que lo imitaba fijamente.

–L...lo...siento profesora...– mientras intentaba calmarse y respirar. – será mejor que nos bajemos...–
– ahora si joven. Lea la conversión de números cuánticos. – mientras una sonrisa se le dibujaba en su rostro.
– ¿que lea qué? Disculpe no la escuche. Mejor bajemos para...
– ¡siéntate! –levanto la mano y Ernesto fue empujado a una esquina y sentado en el suelo.
Un poco asustado quiere levantarse, pero una fuerza mayor e inexplicable no lo deja. – ¿¡que está haciendo!? ¡Déjeme ir! ... ¡ayúdenme!– comienza a patear y a moverse intentado levantarse y soltarse de lo que sea que lo este sujetando.
– La clase no termina hasta que leas. – la profesora se acerca  hasta tenerlo bajo sus pies.
– No por favor no me haga daño, solo deje ir por favor. No diré nada se lo juro.
Sus suplicas fueron en vano. La profesora Gema se suelta el pelo al quitarse unas agujas delgadas, su pelo largo con un color rojizo, cae hasta  la altura de sus rodillas.
Otra explosión, hace presente, movilizando el edificio. Aprovechando la oportunidad, Ernesto la mueve hacia un lado, teniendo una segura ruta de escape que había analizado mediante la situación.
Se mueve de rodillas hacia la salida, que se encontraba a tres metros treinta y cinco centímetros. Avanzo a prisa y a la vez leva dándose un poco erguido.
- uno, dos, tres, cuatro,...– contó en cuanto paso el metro treinta y cinco.
– 12, 13,14...ahora...– Ernesto se incorpora pecho tierra y la aguja de Gema, se estrella en la pared, dejando un agujero, atravesando los salones de al lado...
– perfecto... – sonríe Ernesto mientras se levanta de nuevo faltando un menos de dos metros para llegar a la puerta de su libertad.
A un metro de la puerta. Su conteo comienza.
–uno, dos, tres

Gema lo observa lentamente mientras se acerca a la salida. Una mueca de locura mientras carcajea con una voz muy aguda, se prepara para su siguiente  lanzamiento.
– ocho, nueve....ahora...– Ernesto toma un mesa banco y lo lanza hacia la pared del agujero, mientras toma otro para cubrirse de la aguja que se encontraba a menos de un metro. – ¡maldición! demasiado tarde... la aguja atraviesa a Ernesto junto con lo que se encontraba detrás de él y haciendo derrumbar la puerta de salida.
Con la velocidad que le quedaba antes de chocar contra los escombros. Se impulsó hacia el hueco en la pared que ocasionó la primera aguja.

Gema se abalanza a toda velocidad pero un derrumbe del edificio hace temblar el suelo. Haciéndola tropezar de la manera más ridícula. 
Ernesto atraviesa el pasillo y comienza a correr más rápido. Hasta llegar al último salón. Sabe que se dejara caer a una buena altura. Por lo tanto su plan victorioso no hubiera resultado. 


– ¡Aquí esta!...– toma el estante con una larga bandera de adorno que se encontraba a lado del hueco hacia el exterior del aula del profesor de historia.  La clava deslizándose y sosteniendo la bandera con fuerza al salir volando hacia lo que se miraba un pasillo un poco estrecho. Quedando colgado a menos de un metro de altura entre el suelo y sus pies. Sonríe.
El hombro de Ernesto se encontraba bien, al solo ser una simple aguja lo que lo atravesó.
–Creo que al parecer le encontré su mecanismo de explosión. – Estas no explotaban sin antes colocarles un objetivo. Lo cual el único objetivo de Gema antes de lanzar su segunda aguja era destruir la puerta de salida, para que no escapara y jugar más con él, algo muy simple de entender para él.

Sin mirar atrás corre sabiendo que su vida depende de ello. Un descanso es todo lo que necesita. Al alejarse del plantel, no puede ignorar los gritos sonoros de sus compañeros. No quiere regresar, solo irse lo más lejos de ese lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario