Ernesto se
encontraba en su clase de administración como de costumbre. No prestaba mucha
atención a lo que la maestra explica. Era típico de ser un poco distraído. La
escuela no era su gran fuerte. Su familia era dueña de empresas pequeñas que
estaban estratégicamente muy bien colocadas en empresas mucho más grandes.
Tenían su vida lista para disfrutar, sin tener que mover ni un solo dedo. Pero
tenía una familia muy estricta.
–Si no terminas
tus estudios, olvida que vivirás de lo nuestro. No nos cuesta nada a tu madre y
a mi dejar que te mantengas con los negocios. Es sencillo lo sabemos, pero en
esta vida nada es gratis, tienes que ganarte lo.
Siempre le decían
eso sus padres, así que no le quedaba de otra.
La maestra no le
decía nada a Ernesto por no poner atención. Sus padres también hicieron una
gran caridad a la universidad para que lo dejaran entrar, ya que nunca quiso
pasar el examen. Fue algo así como un soborno.
Es por eso que a ningún maestro le apetecía llamarle la atención.
Solo que a la maestra Edith le molestaba que distrajera a sus compañeros.
Ernesto llamo a
su compañero de a lado, un poco asombrado.
– ¡Erick, mira! –Señalo
la ventana– los helicópteros vienen por mí.
Se mofaba de que
algún día su padre aterrizaría en una supuesta nave y lo sacaría de estudiar.
–Te dije mi a mi
padre le gusta montar un espectáculo.
Unos helicópteros
negros pasaron por encima de la universidad. Empezaron a dar vueltas, como si
estuvieran maniobrando o entrenando en una formación piramidal. Dos de ellos se
separan del grupo y se dirigen a la universidad.
– ¡Ernesto!
Podrías por favor dejar de molestar a tus compañeros de clase y leer la teoría
de conversión de números cuánticos de la página cuarenta y siete.
Ernesto un poco
apenado por la situación toma su libro y comienza a buscar la página, mas no la
encuentra.
–Profesora, no
encuentro la teoría de conversión de....–
Sin terminar la
oración una explosión y un pequeño tembló sucumbe la escuela, y entre gritos y
sollozos los alumnos intentan salir a toda prisa y entre tropiezos del aula.
– ¡Manos en la
cabeza! ¡Estos no es un simulacro! – les decía la profesora con una calma,
mientras los demás salían ella les decía que saliera caminando.
Ernesto no espero y empezó a empujar a todos para así poder salir lo más pronto
posible. El pasillo estaba repleto y todos se echaron al suelo a escuchar una
segunda explosión. Alberto no espero en las filas y abrió las ventanas para
salir estando a una altura de 6 pisos brinco. Ernesto fue en su ayuda y al
mirar a la planta baja, se mirada muestra miedo al observar como las hélices
destrozaban el cuerpo de Alberto. El corazón de Ernesto latió a una velocidad
sorprendente, que sentía que su corazón saldría esparcido de su pecho. El aula
se había vaciado solo quedaba la profesora que lo imitaba fijamente.
–L...lo...siento profesora...–
mientras intentaba calmarse y respirar. – será mejor que nos bajemos...–
– ahora si joven.
Lea la conversión de números cuánticos. – mientras una sonrisa se le dibujaba
en su rostro.
– ¿que lea qué?
Disculpe no la escuche. Mejor bajemos para...
– ¡siéntate!
–levanto la mano y Ernesto fue empujado a una esquina y sentado en el suelo.
Un poco asustado
quiere levantarse, pero una fuerza mayor e inexplicable no lo deja. – ¿¡que está
haciendo!? ¡Déjeme ir! ... ¡ayúdenme!– comienza a patear y a moverse intentado
levantarse y soltarse de lo que sea que lo este sujetando.
– La clase no
termina hasta que leas. – la profesora se acerca hasta tenerlo bajo sus pies.
– No por favor no
me haga daño, solo deje ir por favor. No diré nada se lo juro.
Sus suplicas
fueron en vano. La profesora Gema se suelta el pelo al quitarse unas agujas
delgadas, su pelo largo con un color rojizo, cae hasta la altura de sus
rodillas.
Otra explosión,
hace presente, movilizando el edificio. Aprovechando la oportunidad, Ernesto la
mueve hacia un lado, teniendo una segura ruta de escape que había analizado
mediante la situación.
Se mueve de
rodillas hacia la salida, que se encontraba a tres metros treinta y cinco
centímetros. Avanzo a prisa y a la vez leva dándose un poco erguido.
- uno, dos, tres,
cuatro,...– contó en cuanto paso el metro treinta y cinco.
– 12, 13,14...ahora...– Ernesto se incorpora pecho tierra y la aguja de Gema,
se estrella en la pared, dejando un agujero, atravesando los salones de al
lado...
– perfecto... – sonríe Ernesto mientras se levanta de nuevo faltando un menos
de dos metros para llegar a la puerta de su libertad.
A un metro de la puerta. Su conteo comienza.
–uno, dos, tres
Gema lo observa
lentamente mientras se acerca a la salida. Una mueca de locura mientras
carcajea con una voz muy aguda, se prepara para su siguiente lanzamiento.
– ocho,
nueve....ahora...– Ernesto toma un mesa banco y lo lanza hacia la pared del
agujero, mientras toma otro para cubrirse de la aguja que se encontraba a menos
de un metro. – ¡maldición! demasiado tarde... la aguja atraviesa a Ernesto
junto con lo que se encontraba detrás de él y haciendo derrumbar la puerta de
salida.
Con la velocidad que le quedaba antes de chocar contra los escombros. Se impulsó
hacia el hueco en la pared que ocasionó la primera aguja.
Gema se abalanza
a toda velocidad pero un derrumbe del edificio hace temblar el suelo.
Haciéndola tropezar de la manera más ridícula.
Ernesto atraviesa el pasillo y comienza a correr más rápido. Hasta llegar al último
salón. Sabe que se dejara caer a una buena altura. Por lo tanto su plan
victorioso no hubiera resultado.
– ¡Aquí esta!...–
toma el estante con una larga bandera de adorno que se encontraba a lado del
hueco hacia el exterior del aula del profesor de historia. La clava
deslizándose y sosteniendo la bandera con fuerza al salir volando hacia lo que
se miraba un pasillo un poco estrecho. Quedando colgado a menos de un metro de
altura entre el suelo y sus pies. Sonríe.
El hombro de
Ernesto se encontraba bien, al solo ser una simple aguja lo que lo atravesó.
–Creo que al
parecer le encontré su mecanismo de explosión. – Estas no explotaban sin antes
colocarles un objetivo. Lo cual el único objetivo de Gema antes de lanzar su
segunda aguja era destruir la puerta de salida, para que no escapara y jugar
más con él, algo muy simple de entender para él.
Sin mirar atrás
corre sabiendo que su vida depende de ello. Un descanso es todo lo que
necesita. Al alejarse del plantel, no puede ignorar los gritos sonoros de sus
compañeros. No quiere regresar, solo irse lo más lejos de ese lugar.
– ¡Resiste! – la
voz de una mujer y la silueta de alguien se posa frente a mí. Golpeando al
desquiciado del hacha.
–Maldita sea, sabía
que para ser tu primer encuentro no terminaría bien. –Le reclama lucia al
cuerpo inmóvil de Armando.
El tipo sonriente
se lanza a una velocidad inhumana contra ella. Sosteniendo su arma enfrente de
el para atravesarla. Lucia lo esquiva haciéndose a un lado y este es estampado
sobre unos escombros por su misma velocidad. Se reincorpora rápidamente y pega
un grito al aire. Un grito de niño enojado.
–No dejare que lo
mates. No me importa dar mi vida por él. – Decididamente levanta los brazos a
la altura del pecho, preparándose para pelear.
El sonriente la
mira desquiciada mente y se abalanza hacia ella lentamente mientras golpea el
suelo con su arma, haciendo brotar numerosas chispas.
Sin ningún otro gesto que su diabólica sonrisa, salta hacia un lado
impulsándose con su pierna derecha y dirigiéndose a Lucia.
Lucia se arquea hacia atrás mientras salta para esquivar su ataque. Y esta pasa
por debajo de ella llegando a rasgar un poco su falda.
Lucia cae al
suelo y se incorpora rápido sin darle la espalda. Observa que el corto un
poco de su falda.
–Así no puedo
vencerte bastardo.
Se suelta el pelo
y entre ellos saca dos cuchillos con símbolos extraños y vuelve a acomodarse el
cabello haciéndose una pequeña cola. Les da vuelta y los acomoda en sus manos
como una experta. Toma la falda y la corta un poco más de las rodillas hacia
arriba.
El tipo quieto y
sonriente, ladea un poco la cabeza y dice:
– Deja me
adivinar –con voz de niño –...eres de los Kuja ¿no es así? Imagine que no
tomarían parte de esta guerra. ¿Que los hizo cambiar de opinión?
– ¡Eso a ti no te
importa! Lo importante ahora es, ¿si de verdad quieres morir? Hubieras empezado
conmigo.
Lucia lanza un
cuchillo a una gran velocidad que ni el ojo humano lo hubiera detectado. Este
se lo clava en un costado al asesino. Pero sin inmutarse, simplemente lo mira y
se lo manda de regreso. Lucia gira en el aire tomando con su mano el cuchillo
que le regresó.
–Gracias, pero no
lo quiero. – le dice lucia estando en el aire. – Su brazo comienza a
brillar y ese brillo comienza a desplazarse hacia el cuchillo, haciendo que
brille de color azul. Se lo regresa antes de que ella tocara el suelo.
Pareciera como un
fuego pirotécnico lleno de luz brillante azul. Pero el sonriente lo esquiva.
El extraño poder se impacta en la pared.
–Te falla la
puntería princesa – el tipo se lanza sobre ella mientras zigzaguea y da vueltas
a su arma. Haciendo que se tornara un rojo carmesí y un vapor emitiera de su
hacha. Su arma estaba al rojo vivo. Lucia no saldría impune de ese ataque,
sabiendo que el filo y esa temperatura elevada, la cortaría con facilidad.
Lucia aun con el
brazo estirado por haber lanzado su ataque. Cierra el puño y el pequeño
cuchillo que había lanzado, se regresa hacia ella. Clavándose en la espalda del
sonriente.
Se detiene rápidamente e intenta golpear con su hacha el cuchillo de su espalda
para quitarlo dado que no lo alcanzaba con sus manos.
Lucia sonríe y da un jalón con el brazo que tenía empuñado. El sonriente posa
su cabeza hacia ella y su sonrisa desaparece, haciendo que solo una boca sin
gesto alguno se formara en su cabeza.
El sonriente explota.
Sin pensarlo dos
veces ella corre rápido hacia Armando un poco agitada. Pone sus manos sobre mi
espalda.
–Maldición, dime
que aun ahí tiempo.
Sus manos
comienzan a brillar de azul, y como paso con el cuchillo, la luz se traspasa al
cuerpo inmóvil de Armando.
Una luz intensa
comienza a llenar todo el lugar, una luz sin ninguna providencia, con un sonido
agudo y ensordecedor, levanta a Lucia y Armando junto al resto de su pierna. Y
comienzan a desvanecerse.
El bastardo hijo
de puta seguía sonriendo. No miraba sus ojos ni oídos para haberse dado cuenta
de que yo estaba ahí.
Alzo su brazo con el hacha en mano y alcance a quitarme, me levante lo más rápido
que pude. No era el momento para recordar otras cosas. No moriría, tenía que
sacar a Lucia de ahí. El tipo comenzó a correr hacia mí con unos movimientos un
poco acelerados mientras meneaba su cabeza de lado a lado y sacaba su lengua.
Lucia arrojo una silla hacia él, pero fue en vano en la corto. Para mi suerte
me dio tiempo para patearlo. Recibió mi golpe, pero no se inmuto en nada.
Siguió moviendo su brazo para intentar cortar todo lo que había a su alrededor.
Lucia volvió
a arrojar otra silla, solo que esta vez le dio, más el no sintió nada.
–No está
funcionando –le grite a lucía– aprovecha y vete de aquí. Intentare detenerlo el
tiempo que sea necesario, ve por ayuda.
Lucia salió del
aula, dejándome a solas con el maldito sonriente.
– ¿Qué quieres? O
¿qué demonios eres? – Mientras lo empujaba para darme espacio de escapar.
No me contesto
sólo se quedó inerte mirándome y sonriendo.
–Maldito seas te
borraré esa sonrisa.
Le arrojo varias
cosas para escapar o hacer algo pero nada. Las sigue cortando, no podía
acercarme a él si no me cortaría.
–Vas a morir
pedazo de mierda– una voz infantil sale de su boca sonriente, mientras empieza
a brincar como si de verdad estuviera feliz.
– ¿Por qué haces
esto?
–Es el exterminio
de los jinetes–vuelve a brincar de emoción. –su tiempo ha expirado tanta mierda
que ahí en la tierra es más que suficiente para comérnoslos.
– ¿Comernos? De
que...
No termine de
decir cuando el estiro su cuello y abrió su boca hasta escuchar que su quijada
se quebró, dejando ver sus fauces y dientes afilados. Acerca su hocico hacia mi
cuello intentando me, pero me protejo con mis brazos. Por lo que me muerde el
antebrazo. Por desesperación doy varios pasos hacia atrás para intentar
alejarme de él.
Veo mi brazo y me ha arrancado un pedazo grande de carne, mi herida empieza a
arder y un poco de humo sale.
Lo miro masticando y disfrutándolo.
–Maldito hijo de
puta–. Aprovechando el momento lo golpeo en su cara. Le acierto varios golpes
buenos. Hago que retroceda un poco.
–Te dije que te
borraría esa sonrisa.
Voltea hacia mí y
sigue sonriendo. Desconcertado sin saber que más hacer, sabiendo que es demasiado
duro de derribar, una sensación caliente en mi pierna me des concentra. Observo
mi pierna al mirar un poco de humo venir de abajo. Mientras el tipo sonríe.
El
maldito me ha cortado la mitad de la pierna.
Inmovilizado por
lo que acaba de suceder. Junto a un agonizante dolor, sentir un miembro de tu
cuerpo desprenderse con un simple corte. Prefería morir.
El sonriente me
ha cortado la pierna en dos. Estoy atónito. Tengo miedo. No es como en los
videojuegos. Donde te mataban y volvías a intentarlo. No había ningún botón de
reinicio, no, ese era mi fin.
Siento un dolor
tan inmenso. Que me hace tener miedo. Por inercia intento alejarme de él,
aventando mi cuerpo al pasillo. Con un poco de esfuerzo intento a arrastrarme.
Se me dificulta, he perdido mucha sangre que no tengo fuerzas para escapar. El
tipo del hacha se acerca por detrás de mí.
– ¡Maldito! Deja
me en paz. Es suficiente por favor. –con tono desesperado y con demasiado
esfuerzo intento seguir alejándome de él.
Acerca su arma a mi nuca. Mis lágrimas brotan. Voy a morir. No hice nada en mi
vida y moriré muy pronto y de la peor manera.
Siento el filo
caliente de su puntiagudo machete sumergirse dentro de mi cuello. Retirándola
finamente. Mi sangre comienza a brotar. Mi sangre bloquea mi respiración. Me
hago en mi propia sangre. Qué ironía.
Mi vista se nubla. Observo la silueta del asesino enfrente de mí. Sé que se está
riendo. Estoy perdiendo el conocimiento.
–A menos te
volveré a ver Nallely– mis ojos comienzan a cerrarse solos, y un frío se
apodera de mí.
– ¡Resiste! –La
voz de una mujer sucumbe mis oídos.
Otra silueta
golpea al sonriente derribándolo lejos de ahí. Intento permanecer consciente.
Alguien ha venido a rescatar me. Pero creo que para mí ya es tarde. La mujer está
peleando con él.
–Lo siento
chicos. Parece que me adelante –en mi cabeza recordé a todos y mire mi vida
pasar por enfrente de mí.
Mis amigos. Mis
peleas. Mi familia. Mi primer amor.
Todo se desvanece en cuestión de segundo.
Mi cuerpo en un charco de sangre. Asesinado por un desconocido que ataco la escuela.
Dado las circunstancias en las que toda esta desgracia sucedió en mi
universidad. Mientras alguien le hace frente al asesino.
No era un día normal era algo peor. La gente vive su vida normal, pero yo no.
Yo no creo ser normal.
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Al abrir mis ojos
un poco exaltado por el susto de la alarma de ambulancia idéntica a la que
tengo en mi habitación. Observo a mi alrededor, un poco empapado de
sudor. Con la respiración agitada y con un dolor en el pecho. Como si mi pecho
ardiera por dentro.
– ¿Qué demonios
fue eso? ¿En dónde estoy?... demonios no estoy muerto. – lo grito con
felicidad.
Quito las sabanas
de encima para revisar mi pierna. Y ahí estaba. Las dos. Reviso mi cuerpo y
estoy bien. Prendo la televisión y no hay nada sobre ataques terroristas.
–Se sintió tan
real. –Mientras pongo mi mano sobre mi cabeza– fue solo un sueño gracias a
Dios.
Salgo de mi casa
a brincos por las escaleras de afuera.
– Me siento
feliz no puedo esperar a contárselo a los chicos. Incluso a Lucia porque
ella estaba ahí. –sonrío. –Diablos de verdad se sintió real. –Comienzo a pensar
– Nallely tienes razón, viviré mi vida para ser alguien. Siento que fue una
señal tuya mi vida, para guiarme por un camino justo.
Encerrado en mis
pensamientos sigo trotando a paso veloz hasta la estación de autobuses.
Fuertes aires
rodean la ciudad. Al parecer se reportó una pequeña tormenta no muy lejos de la
ciudad. Me siento alegre al mirar a las personas dirigiéndose a sus trabajos.
No me importa saludarlos sonriendo. Me siento de maravilla.
Al llegar a la
avenida principal para cruzar y tomar el atajo de siempre de tras de la central
de autobuses. Me detengo a esperar el pase del semáforo. Muchas personas lo
esperan. Los carros pasan a una gran velocidad. Es la principal y es muy
difícil cruzar mientras los autos pasan.
Una silueta en
medio de la calle aparece.
– ¡Muchacha mueve
te de ahí! –La gente comienza a gritarle a la señorita que esta a punto de ser
atropellada.
Todos miran
desconcertados y asustados. La velocidad en el que los automóviles pasan es
exagerada. La muchacha comienza a caminar hacia el lado de la acera en la que
me encuentro. Los claxon comienzan a sonar.
–Está loca esa
jovencita. – dice un señor mayor.
–Pareciera como
que quisiera morir – dice un muchacho a lado de mi.
–Tan jóvenes y
haciendo estupideces. – una anciana les responde.
–Miren ya está
cambiando. Se salvó gracias a Dios. –Termina de decir una enfermera. La reconocí
por su traje blanco.
Comenzaron a cruzar
y la principal se llenó de peatones. Comencé a caminar mientras buscaba a la
muchacha para cerciorarme de que estuviera bien. No la mire por ningún lado. De
repente siento que alguien tira de mi mochila. Me detengo, un poco preocupado y
a la vez esperando que sea alguien conocido.
Era lucia. Se miraba preocupada y agitada, como si hubiera estado corriendo.
– ¡Lucia! ¿Qué
haces aquí? No me digas que tú eres la que estaba en medio de la ca...
Sin dejarme
terminar pone sus brazos en mi hombro y sus manos detrás de mi cabeza. Y acerca
su boca hacia la mía mientras comienza a cerrar los ojos.
Me besa, pareciera que siempre lo hubiera deseado.
El sonido de los claxon de los automóviles comienza a resonar en mis oídos.
Estamos en medio de la calle y es el turno de ellos en pasar.
La tomo de los
hombros y la separo de mí. Un poco excitado y confundido.
– ¿¡Lucia, que
fue eso...!? ¿Qué pasa, por qué?
Debí haberme
quedado callado. Y seguir besándola. Aprovechando el momento, no todos
los días una chica hermosa te besa sin razón alguna. Pero no. Tuve que
preguntar.
–Gracias al cielo
no moriste. ¿Cómo se encuentra tu pierna?–
Suelto el
teléfono móvil haciendo que se estrelle en el suelo, mientras salgo corriendo
en dirección a mi auto y de ahí al hospital.
Al llegar sus
padres estaban en la sala de espera Ernesto, Roberto y Melvin estaban con
ellos. Al llegar me vieron. Sin palabra alguna me abrazaron. No había llorado
en todo el camino no lo había sacado todo. Lo tenía guardado. No lo quería
creer.
Me derrumbo en el suelo de rodillas mientras lágrimas salen de mis ojos. Mis
amigos me abrazan mientras lloran conmigo. Mi corazón arde. Siento un ardor en
mi pecho, la respiración me falta, la cabeza me duele. Grito de dolor
mientras comienzo a recordarla. Por mi mente pasan sus ojos, su mirada, su
sonrisa, sus gestos, sus caricias, sus besos. Su cuerpo. Su amor.
Todo había acabado, todo eso había terminado.
Resulta que el cáncer siempre estuvo activo. Y fue más dañino para ella el que
fumara.
– Simplemente se
desvaneció mientras bajaba las escaleras– Sus padres me hablaban con la
mirada perdida. – Quería llegar a su graduación, dijo que se la pasaría bien porque
tú estarías a su lado.
Empecé a llorar.
Sucesivamente fue así. Acababa de fumar porque estaba un poco nerviosa. Termino
de arreglarse empezó a sudar antes de llegar a las escaleras. Al empezar a
bajarlas su cabeza dio vueltas hasta desmayarse. Por lo tropezó varios
escalones. Sus padres rápidamente la llevaron a urgencias. En donde falleció.
El cáncer la había vencido. Sumándole el traumatismo por los golpes.
Ya un poco
calmado o cuerdo.
– ¿Puedo mirarla?
–Les dije limpiando las lágrimas de mis ojos con el traje, que en ese momento
no me importaba en lo absoluto.
–¿Estás seguro ?
–me dice Melvin.
–Tengo que
mirarla sea como sea.
–La tienen en el
pasillo rojo, número doce. No quieren dejar pasar a nadie.
–La veré
–mientras me secaba las lágrimas como niño mocoso decidido a lo que fuera. – Espérenme
aquí por favor amigos.
Me dirijo a su
habitación en la que se encuentra. En el camino miro demasiados doctores
y enfermos, el solo hecho de entrar ahí ya me sentía enfermo. El ambiente era
un poco sublime respecto al olor.
Encuentro el cuarto, pero un guardia estaba a un costado de la puerta de su
habitación.
–Lo siento no
puedes pasar. – Me dice el guardia.
–Es mi novia
necesito mirarla. –le respondo un poco enojado entre lágrimas.
–Lo siento
chaval, es el protocolo. Las podrás ver ya en el funeral.
– ¡No, deja me
entrar ahora maldita sea! –le grito al guardia mientras sigo llorando pero de
coraje.
– Joven está en
un hospital evite la pena de sacarlo de las instalaciones. – se acerca un
doctor al oírme gritar.
–Doctor solo
quiero ver a mi novia, es todo. Por favor no quiero causar problemas. –le digo
mientras lo miro a los ojos desesperado.
–Lo siento amigo,
es el protocolo–
Me contesta el y empieza alejarse.
Sin tener ni una
sola idea que pudiera hacer para hacerlos entrar en razón. Sintiendo que el
mundo se me cerraba, estaba Nallely a pocos metros de mí, entre un guardia y
una puerta. Necesitaba mirarla. Me arrodille. No podía hacer nada. Comienzo a
golpear el suelo con todas mis fuerzas.
– ¡Maldito
protocolo! –grito a todo el hospital.
–Lo siento amigo,
te lo advertí si seguías así te sacaríamos por la fuerza.
El guardia me
intenta tomar de los brazos para sacarme del hospital y comienzo a gritar.
– ¡Solo quiero
verla por última vez!– entre lágrimas y desesperación. –por favor señor, solo será
un instante. Se lo estoy suplicando de rodillas. Mire como estoy.
Comencé a
recordarla.
"–Tienes una sonrisa despreocupante.
–Te amo."
Su imagen y
palabras me dieron vueltas por toda mi cabeza. Saber que nunca escucharía su
voz, que no la volvería a mirar, que no la volvería a besar. Mi mente se tornó
en blanco.
–Tienes suerte de
que no sea tu esposa. Eso sí sería una desgracia– mientras me levanta y me toma
de ambos brazos.
Sus palabras me
enfurecieron.
Quito al guardia de mis brazos y lo golpeo en su abdomen. El intenta tirarme un
golpe pero le pateo la quijada haciendo que pierda el conocimiento. Varios
doctores intentan detenerme mientras llaman a seguridad y activan una alarma.
Golpeo a un camillero que intento derribarme. Someto a otro guardia que se
acerba con gas pimienta. Les quito el gas y rocío a otros doctores. Me protejo
la cara con el saco del traje para evitar que el gas me entre a los ojos.
Golpeo el gas en el suelo y este explota haciendo que su interior se esparciera
por el lugar. Aprovechando que todos están con la garganta tapada, intentando
tratar de inhalar aire fresco y unos están en el suelo. Corro hacia el cuarto
donde se encontraba el cuerpo de Nallely.
Trabo la puerta
con una camilla y entre otras cosas. Doy dos pasos hacia atras y varios del
personal de seguridad empiezan a golpear la puerta.
Volteo lentamente hacia la cama. Y ahí se encontraba el cuerpo de Nallely
inerte.
Comienzo a llorar. Me acerco a ella y tiene su vestido de graduación puesto.
– ¿Nallely? Luces
hermosa ¿lo sabes?–mientras me arrodillo y tomo su mano. – no entiendo, ¿por
qué? Todo estaba bien. –Hago una pausa para limpiarme los ojos. – No hay marcha
atrás, daría mi vida por la tuya. Daría lo que fuera por retroceder el tiempo.
No es justo mi amor, no es justo. No se vale. No puedes abandonarme así y menos
en tu graduación. Despierta por favor, dime que solo es una broma,
vamos mi amor, abre los ojos y dime que solo estas bromeando.
Me quedo en
silencio con la esperanza de que abriría los ojos y me sorprendiera con un
susto como solía bromear conmigo.
Pero no despierta.
–Te extrañare
hermosa, nunca te olvidare. Fuiste lo mejor que ha pasado en mi vida, te lo
agradezco. Aún recuerdo cuando nos conocimos, mírame estoy sonriendo –Comienzo
a sonreír –
Despreocupante por favor, es la sonrisa que te enamoro ¿no es así?
Hago una pausa, observándola.
– Espero volver a
vernos pronto. Quisiera acompañarte en estos momentos, pero... sé que te
molestarías. Lo siento mucho mi vida.
Saco su regalo de
graduación de mi bolsillo.
–Felicidades por
tu graduación amor. –meto su mano en la pulsera. – Te miras hermosa y
resplandeciente. –Me acerco a sus labios y la beso. Mis lágrimas le recorren
sus mejillas. El dolor sigue más fuerte que nunca.
Comienzo a imaginarme
a ella y yo en su graduación, de lo que hubiera sido si no estuviera en
este lugar. En el baile lento, mirándonos fijamente como locos enamorados, y
entregarle su regalo. Mientras la felicito con un beso. Y seguimos bailando
felices. Mientras miraba a futuro, quería casarme con ella, tener muchos hijos
con ella, cuidarla siempre, amarla siempre.
Un golpe me despierta de ese sueño, de esa hermosa fantasía.
Los guardias
logran abrir la puerta y me rocían con gas pimienta, rápidamente le tiro el saco
a Nallely para evitar erupciones en su piel o por inercia.
Los guardias me someten y me esposan. Uno de ellos me golpea en mi abdomen.
Entre lágrimas, y viendo como me alejan de ella mientras me arrastran. Hacia
fuera de su cuarto. Cada vez más lejos.
– ¡No! Suéltenme.
No me quiero alejar de ella. Por favor. Por favor. Se los suplico. –hago una
pausa a mis suplicas e inhalo un gran golpe de aire, y grito. – ¡TE AMO!
¡NALLELY! –mientras su recuerdo me llena la mente haciéndome sufrir más
de dolor.
Hasta en los
rincones más oscuros del hospital, mi grito es escuchado.
Los guardias y
las autoridades me suben en una unidad.
No hubo cargos
por que era un menor. Por suerte les dije que uno de ellos me había golpeado y
retiraron todo.
No me presente a su funeral. Todos excepto yo asistieron.
Nadie sabía nada de mí. Estábamos en vacaciones y no había problema el estar
solamente en casa sin salir. Así es no salía me encerré en mi habitación. Por
un largo tiempo. Mi familia está preocupada.
Su preocupación aumento más cuando un día mi madre me encontró en la cocina a
medio día. Se sorprendió, tenía mucho que no me miraba. Me abrazo pero sintió
que mi abrazo fue frío. No sentía nada por nadie. Tuve que ir a terapias,
empecé a hacer deporte, mi hermano me volvió a entrenar. Deje de mirar a los
padres de Nallely, el golpe para ellos fue tan duro por ser su única hija. Se
fueron de la ciudad. Todas sus pertenencias me las obsequiaron. Dijeron que
sabían que yo cuidaría de ellas. El tiempo que estuve en mi habitación, entre
lo que me dieron sus padres, venia una carta de ella hacia mí:
Armando:
La primera vez que te conocí, me en cantaste, ¿sabes? Acababa de pelear con
Derek estaba molesta, pensé en suicidarme, por eso empecé a fumar, no tenía el
valor de tirarme desde un precipicio.
Llegue toda molesta y acepte tu cigarro. Supuse que eras nuevo. Por qué note tu
nerviosismo. Al mirarte sonreír mi enojo se alejó, tu hermosa sonrisa me dijo
mas que mil palabras, me diste mucha esperanza de no dejarme caer. Así es, tu
sonrisa me salvo. Y gracias a eso estoy contigo. Te agradezco todo lo que has hecho
por mí. Gracias por amarme Armando. Me siento muy contenta a tu lado. Esperó y
esto nunca termine, me siento como en un cuento de hadas. Yo soy la princesa y
tu mi hermoso príncipe. Me das el valor que siempre quise. Gracias
Armando. Nunca cambies esa hermosa sonrisa.
Con amor. <3
Nallely tu "Naly". ;*
Nallely se hizo
mi novia, la trataba demasiado bien, no cambio nada entre nosotros después de
esa noche. Al contrario, fue mucho mejor. La pasión desbordaba de nuestros
cuerpos al solo mirarnos. De vez en cuando mis amigos bromeaban con nosotros,
sobre eso.
–Armando estas
que “Ardes”. – Ernesto me tocaba con su dedo y hacia gesto de que se quemaba.
–Entonces. Naly
¿admites que le queda bien su sobre nombre? "Ardo".
Entre risas –Ya
deja lo, ven amor te mostrare algo.
Paso seguido nos
dirigimos a un salón donde no hubiera nadie y lo hacíamos.
Llegaron los
finales de semestre. Nallely me entrego la invitación de su graduación. Era en
cuatro días. Necesitaba comprar un traje y pedirle prestado el auto a mi madre.
Tenía dinero para el traje, estuve ahorrando demasiado. El problema fue el
carro, mis padres no tenían mucha confianza en mí para manejar. A pesar de que
el salón era a veinte minutos de casa.
Fui a una plaza
junto a Ernesto, necesitaba que me dijera cual se me vería mejor.
Así es, no sabía que traje resaltaría o sorprendería a ella.
– ¿Qué tal este?
–midiendo me un traje verde con corbata oscura, zapatos oscuros y
cinturón oscuro.
–No, muy oscuro,
el verde está bien, pero no te queda.
– ¿y este qué
tal? – me mido un traje blanco, zapatos cafés, corbata café, y guantes blancos.
– ¡Ese está bien!
Manda le saludos a la Reyna IV de mi parte, que Sir Armando va en camino. – con
voz sarcástica.
–Lo sé es
demasiado elegante, mira los botones son de oro.
Entre los trajes que
se hallaban y estaban disponibles, la mayoría eran demasiado buenos, el
problema era el dinero.
– ¿Qué tal este?
No es mucho su precio. –Ernesto me señala un traje que distinguía de los demás.
–Ernesto,
este está genial.
El traje era
color morado fuerte, la corbata era negra, loa zapatos y cinturón igual, tenía
una servilleta negra de decoración, los bordes eran oscuros. Era un traje de
que resaltaba de los demás. Aparte eran mis colores favoritos en un traje
genial.
–Me lo llevo. –se
lo digo al vendedor.
–Claro señor son
cuatro mil.
-¡Espera, espera,
espera! Sólo lo rentare por hoy, no lo comprare
–Señor ese es el
precio de renta su precio de compra es el quíntuple de eso. Aparte ese traje
viene con una pulsera diamantada de regalo de graduación, para su acompañante.
Un poco
decepcionado y pensando en cómo se me vería el traje junto a Naly . Y como se
miraría con esa hermosa pulsera, me decidí.
–Ernesto. Cuida
me el traje, no dejes que lo rente queda te aquí, volveré en una hora.
– ¡Oye espera! No
piensas dejarme aquí solo con...–Armando cruza la puerta y Ernesto en silencio
toma asiento.
Me dirijo a mi
casa empiezo a buscar dinero entre mi ropa, entre mís cajones, debajo de la
cama, lo más que encontré fueron doscientos. Mi vista se plasma frente a mi
consola de videojuegos.
Tomo todo, accesorios, juegos, controles. Todo lo pongo en una mochila.
–Amigos míos,
quiero decir hijos míos. Sé que están de acuerdo de lo que haré. Les prometo
recuperarlos pronto.
Llego a una casa
de empeño y los vendos me dieron una cantidad favorable.
Llego a la
sastrería rento el traje. Le pago al señor con cara de, te dije que lo
conseguiría.
El siguiente
problema. El auto.
Espere en casa a
uno de mis padres a que llegaran, de preferencia papa. Tenía la ropa
sucia y estaba demasiado sudado, acababa de terminar todos los deberes.
Para mi mala suerte llego mi madre.
–Mamá necesitó
que me prestes el auto. Antes de una respuesta. Quiero que sepas que ya limpie
todas las habitaciones, limpie la azotea, lave la cochera, los perros. Corte
del césped. Hice todo lo que se ocupaba. ¿Me prestas el auto?
–No se dile a tu
papá.
En silencio y con
la boca abierta, no podía creerlo el baile era en unas horas, lo necesitaba
aunque tuviera que dejarla inconsciente y llevarme lo. Claro no sería así.
Me levante del sofá y me dirigí a mi habitación.
– ¡Armando! –Me
detiene mí madre. – ¿De verdad vale la pena?
–La amo mamá, si
supieras lo que siento por ella, de verdad ella es la mejor persona que
conozco, de verdad no importa tanto el auto, solo quería que no faltara
nada ¿sabes? Es su graduación, y quería que se la pasara de maravilla.
–Te pareces mucho
a tu padre. Eres igual de determinado. Me alegra saber que sacaste algo bueno
de él. Por qué sé que el coraje fue de mi parte.
Un poco en
silencio mientras mi madre me observaba pensativa mente.
–Gracias mamá. De
todos modos debo alistarme...
Mi madre lanza un
objeto a la mesa antes de darme la vuelta. Miro y son las llaves del auto.
Corro hacia ella y la abrazo.
– ¡Gracias madre!
Estaba todo
listo. Tenía el traje, el regalo y el auto. Solo me faltaba la graduada.
No nos habíamos marcado por teléfono ni nos habíamos visto. Queríamos
sorprendernos cuando nos viéramos en su casa.
Llego la hora.
Enciendo el auto, me acomodo mi traje genial, y doy marcha hacia su casa.
Al tocar el
timbre nadie sale, las luces están apagadas. Su carro no está.
–Demonios llegue
tarde –mientras miro el reloj de mi muñeca. – tal vez sus padres la llevaron y
nos encontraríamos en la graduación.
Volví al auto y
me dirigí hacia el salón Americus.
Me estacione y me baje del auto. La música llegaba hasta la mitad de la calle.
Muchos graduados divirtiéndose. Muestro mi boleto en recepción, al entrar se me
hace tan maravilloso el ambiente, es el sueño de todo graduado o graduada,
despedirte de tus compañeros en una especie de fiesta. Todos se la
pasaban muy bien sin preocupaciones. Los entendía tres años consecutivos
intentando no fracasar, sin descansos, voy en cuarto y se me hace demasiado
pesado. Pero claro que el próximo año, yo estaré así como ellos.
Busque en todo el
salón y no encontré a Naly, preguntaba a sus compañeros si la habían mirado,
pero la música era demasiado alta que no les entendía. Tome asiento y aparte
una silla extra para cuando Nallely llegara. Salí a fumar. Hacia un poco de frío,
intente prender mi cigarro pero el aire me apagaba el fuego. Mi celular suena.
Rápidamente meto mis manos al bolsillo y saco mi teléfono móvil.
– ¿Bueno? –era un
número desconocido.
– ¿Armando
?... Armando por fin contestas. He estado intentando comunicarme
contigo–...Se escucha desde la otra línea.
– ¿Quién habla?
–lo interrumpo.
– ¿Como que quien
habla? Soy yo Ernesto. –se queda en silencio.
–¡Oh! Dime
Ernesto, ¿qué paso? disculpa no te reconocí ¿de dónde me?...
–Es Nallely
Armando –Ernesto me interrumpe con la voz un poco quebrada.
– ¿Naly? ¿Qué
tiene? La estoy esperando ¿estas con e...?
–Está muerta
Armando. –Ernesto empieza a llorar –Lo siento mucho de verdad amigo.
Sus palabras
resonaron en mi cabeza y un escalofrío en todo el cuerpo, no pude asimilar lo
que me dijo.
– ¿Que dijiste?
–se lo digo seriamente.
–Bueno no es
cáncer de que me moriré ya.
Tomó su cigarro y
lo tiró en el suelo.
–Dime que es una
de tus bromas, y si lo es no es graciosa. –mientras apago en el suelo ambos
cigarros.
–Ojala fuera
broma. – la vista se le pone un poco perdida viendo hacia la nada. –desde niña
me detectaron un quiste en el pulmón. Mi madre fumaba demasiado. Lo dejo cuando
se enteró que estaba embaraza. –baja la mirada. –no la culpo, fue un embarazo
sin síntomas. Su regla le seguía normal, no le creció para nada el vientre.
Se dio cuenta, cuando sintió unos dolores y el doctor le dijo que estaba
embarazada. Dice mi abuela que lloro de felicidad, en ese momento dejo sus
vicios. Pero el daño ya estaba hecho...
–Pero si desde
que naciste lo tienes, ¿cómo es posible...? –
– ¿...que siga
viva? –me interrumpe ella viéndome a los ojos. – el cáncer está dentro, mas no hay
riesgo. Dice mi doctor que puedo seguir con mi vida normal que lo más probable
sea, para cuando sea mucho más mayor el cáncer haga lo suyo con mi cuerpo.–se
queda en silencio. Y sonríe. –pero no tienes que preocuparte tal ve cuando sea
mayor ya ni nos conoceremos, yo estaré casada con cuatro hijos y un gato. Y tu serás
el abogado que quieres ser con tres esposas, recién compradas del mercado
negro...–Nallely ríe entre sus ojos llorosos.
–No digas
tonterías –le repongo.–
Si es así ¿por qué fumas?, puede aumentar el riesgo, ¿sabías eso?.
– ¿Sabes qué? –dice
mirándome fijamente. –tienes razón. Ya no fumare, fumaba por los problemas que tenía
con Derek. La presión de estar a su lado me hizo agarrar pocos vicios. Pero ya
es suficiente –Se pone de pie golpeando la palma de su mano con su puño. –
Empezaré de nuevo. Ningún vicio ni nada por el estilo. Cambiare mi vida.
– ¡Espera! – la
interrumpo preocupado por lo que dice. – ¿y los videojuegos? También son un
vicio ¿sabías?
–Prefiero morir
antes que dejar eso. – Me mira con cara desafiante.
–Menos mal. –Le
aplaudo.
–Si Armando,
quiero cambiar, ya no seré la misma de antes, debo ver por mi futuro ¿sabes? ,
quiero me, casarme, tener una buena vida.
Y... –me toma de las manos y me levanta.
Me mira
fijamente.
Ambos de pie. Entre cruzó mis dedos con los de ella.
La diferencia de estatura no era mucha. Eleva un poco la cabeza. Me toma
de las mejillas con sus suaves manos, cierra los ojos, y acerca su boca hacia
la mía. A menos de dos centímetros de distancia de nuestros labios.
–... y quiero que
estés a mi lado, en todos esos días. –con voz muy suave entre susurros.
Termina la frase, besándome apasionadamente.
Fueron los
segundos más maravillosos y largos de mi vida.
Recordé cuando la conocí, no podía creerlo. Estaba muy feliz.
Nos separamos
unos pocos centímetros.
La tomo de la cintura y la acerco más a mi cuerpo. Estaba demasiado excitado.
Nuestras respiraciones se agitaban, nuestros corazones latían demasiado a
prisa.
Ella me sonríe tiernamente.
–Te quiero
Armando. –me vuelve a besar y unas lágrimas de felicidad deslizan sobre su
mejilla.
La abrazo
fuertemente y la levanto de la cintura, unos cuantos centímetros, sin
dejar de besarnos.
Era octubre, la
luna era demasiado grande, como dicen:"no hay mejor luna que la de octubre”.
Tenían razón al respecto, la luna era maravillosamente enorme. Daba un ambiente
mágico.
Nallely cruzo sus
piernas entre mi cintura, y la tomó de los muslos.
–Espera. –me
separo del momento. – ¿Estas...segura?
–No hables. Solo
actúa Armando. Deja te llevar – me reclama y me sigue besando.
Abro la puerta de
mi casa. Después de subir las escaleras entre besos y caricias. Llegamos a mi
alcoba, la recuesto sobre mi cama, lentamente. Como a una persona muy
frágil. Seguimos besándonos hasta des vestirnos. Me sentía demasiado nervioso,
y sé que también lo estaba ella. Puse un poco de música romántica, aun la
recuerdo "Sam Smith- I am not the only one" . Para no des concentrar
el momento.
No sabíamos que hacer, era nuestra primera vez, ella no sabía nada al
respecto.
Si no fuera por las instrucciones de mi hermano y películas que miraba. Hubiera
sido un total fracaso. El caso fue, que... simplemente nos dejamos llevar, nos
conocíamos, imaginamos que quería cada uno de nosotros en la intimidad. Fue la
mejor noche de mi vida. Estaba enamorado de ella, estábamos enamorados. Entre
diferentes posiciones, la miraba demasiado contenta y demasiado entusiasmada.
Nunca olvidare los gestos que aparecían en su rostro. La oscura noche y la
brillante luna retomaba cada parte de su hermoso cuerpo desnudo. Nos abrazábamos,
nos besábamos, nos acariciábamos. Hicimos mucho más que solo el amor. La noche
fue larga y mágica.
Después de
terminar todo el acto. Los dos fatigados, se recuesta en mi pecho. Con nuestra respiración acelerada
aun. Yo la observaba mientras ella dormía.
Le acomode su
cabello en forma de caricia y le susurro–Te amo.
Sin esperar respuesta
alguna ella abre los ojos y me besa.
–Y yo a ti
Armando.
– ¡Hola! –Naly
saca la lengua en expresión de saludo.
–Hola Naly , –un
poco tímido por la sorpresa de volver a encontrarla– ¿son tus amigos?–...sentí
un pequeño alivio al saber que eran conocido, me imagine que no habría ningún
malentendido.
–Pues ellos son
amigos de Derek mi novio.
"Mi
novio"... esa palabra entró por mi oído y se dirigieron directo a mi
conciencia, que hizo una especie de corto circuito, y dicho circuito fue
directo al corazón.
–Que bien entonces,
menos mal que son novios ¿no creen chicos? –le digo sonriendo.
–Si. Mira, deja
te presento, Derek él es Ardo. –Naly se ríe
Con risa molesta
– "¿Ardo?" Te ardes o que pasa...–los tres se ríen, como unos zopencos.
–...ese nombre que.
– ¡Me llamo
Armando para ti! –le contestó molesto.
–No te vayas a
arder...–mientras siguen mofándose.
–Derek. Es solo
su apodo, es Ardo de un videojue... –Sin terminar la palabra Derek la empuja.
–Te dije que
enfrente de mí no dijeras esas pendejadas de otakus. –Se dirige hacia mí – ¿qué
relación tienes con ella o qué?
– ¡Oye imbécil, ¿qué
te pasa?! –me abalanzo hacia él, mirándolo fijamente a sus ojos, y levantando
las manos. –Quien te crees para elegir los gustos de las personas.
–Los videojuegos
son para estúpidos. ¿Escuchaste Nallely? Por lo mismo ese imbécil de Melvin
tiene que pagar una cuota. Tipo vieja escuela "anti-otakus".
–Derek
espera...–Nallely intenta explicar desesperadamente...– es nuevo, es de
primero. Me ofreció un cigarro y platicamos, nada fuera de lo normal.
–Carajo Naly,
sabes que no puedes estar fumando en tu condición.
De un empujo hago que casi tropezara Derek hacia suelo.
Sus amigos me detienen para querer golpearme. Pero Naly se pone entre nosotros.
– ¡No
Armando!...–nos detiene a ambos. –... fue mi culpa, a Derek le gustaría que
fuera alguien normal.
Un poco en
silencio, y siendo sinceros. Muy pero muy decepcionado por lo que me acaba de
decir Nallely.
–Pero no tiene
ningún derecho a empujarte él no es nadi...–Sin terminar la palabra
Nallely me abofetea.
La observo lleno
de ira por su comportamiento. Y observo sus ojos lagrimosos diciendo al sonido
del aire.
–Perdón...
Tomo mis cosas y
Melvin y yo seguimos caminando.
En el transcurso
del camino ninguno de los dos dijo ni una sola palabra. Yo estaba molesto y
Melvin se sentía un poco incómodo.
–Armando,
disculpa por meterte en problemas.
– ¿Como? Ah eso.
No me has metido en ningún problema al contrario espero y no te molesten más. Una
cosa si te digo... –lo tomo del hombro...–no te dejes de nadie.
Supe que a Melvin
se le grabaron esas palabras. Todo el resto del camino lo mire pensativo.
Nos separamos y seguí mi camino a casa. Un poco molesto aun por lo sucedido,
pensé demasiado en Derek, como es posible que exista gente así de arrogante
como ese maldito.
Doble a mi casa y
en la puerta de mi casa estaba Nallely llorando con un golpe en su mejilla.
Nallely estaba
sentada en las escaleras de la entrada de mi casa.
Se levantó al verme y observe que tenía un golpe en su mejilla izquierda.
Estaba llorando. Me abraza tratando de calmarse.
–Derek se molestó,
dijo que siempre era lo mismo que nunca cambiare... Le reclame muchas cosas
¿sabes? Le dije lo mal que me sentía...– contrajo más su cuerpo con el mío un
poco más fuerte. ...– que odiaba que quisiera controlarme, que sé que lo hace
para cuidarme pero ese no es el modo.
Seguí escuchándola,
estaba molesto por lo sucedido. Sentí mucha pena por ella me sentí muy mal, la
abrazo fuerte.
–Me alegra saber
que te dieras cuenta. No te conozco y ni me conoces, ni mucho menos a Derek,
paso por alto, la historia que ahí entre ustedes. Pero al mirar lo que
acaba de pasar. Fue más que suficiente para suponer de qué trataba su relación.
Me molesto por que no creí que fueras ese tipo de personas, olvida que me abofeteaste...
–Perdón... –me
dice llorando Naly
–... como sea. Me
caes bien y el solo hecho de saber en dónde vivo te hace una acosadora...– me
quedo en silencio.
Naly voltea y me
mira sonreír. Mira la sonrisa que la enamoro cuando me conoció. La sonrisa des
preocupante. Observo sus ojos entre ese rimen corrido por sus llantos y me
siento feliz por ella.
Me abraza más fuerte y sigue llorando.
Después de un
tiempo Derek dejo de molestar a Melvin, creo que su otra novia.
Cabe mencionar que la engañaba con
alguien de otra escuela. En fin le quiso hacer lo mismo a su otra novia. Pero
el papa de ella, era alguien un poco tratable y muy conocido en las redes del
narco-menudeo o mercado negro. Jamás volvimos a saber de Derek. Dicen que su novia tiene la
cabeza de el en su alcoba. Mitos nada más.
En cuanto a mí. Le presente a mis amigos a Nallely. Les agrado demasiado. Salía
con nosotros nos divertíamos mucho, íbamos al cine, en una ocasión estábamos
sentados en la fila de atrás y lanzábamos cosas a las personas. Cuando volteaban
gritando, nosotros nos escondíamos y ella quedaba al descubierto
–Señor guarde
silencio no ve que quiero ver la película. –les decía Nallely con una voz
tierna.
Como era una
chica linda nadie le hacía nada o decía nada. Conoció a mis padres, igual que
yo conocí a los suyos. Que, aunque éramos amigos ellos ya querían ponerles
nombre a sus nietos.
Me invito a su habitación, tenía una muy buena colección de mangas, las
revistas japonesas. Tenía muchos blue-ray de mis animes favoritos. Su alcoba
era envidiada por mí. Tenía muchos videojuegos, desde los más nuevos hasta
una colección muy retro.
Era perfecta para mí.
Paso el tiempo
demasiado a prisa, yo estaba en cuarto y ella en sexto. Ya faltaba nada para
graduarse, siempre le recordaba.
–Falta poco ¿he?
Para irnos a
nuestras casas ya no esperaba a mis amigos, ellos entendían la situación.
Saliendo del plantel le ofrecí un cigarro y nos sentamos donde nos conocimos.
–Acabo de sentir
un deja-vu...– le dije sonriendo y tirándole una mordida en su cabeza...–aquí
fue donde te me declaraste sin mal no recuerdo.
–Sigues con
eso... te dije que tu sonrisa era linda solo eso. Tú te fuiste más allá de las
nubes...–ambos reímos.
Me la pasaba
demasiado bien con ella. Nos entendíamos de todo. Congeniábamos demasiado bien
y teníamos los mismos gustos.
Prendo su cigarro
e inhala, yo igual prendo el mio e inhaló.
Ella tose un poco.
–Tranquila ni que
fuera marihuana.
Entre su ataque
de tos me dice sonriendo.
–Ojala...
Un minuto de
silencio nos inundó.
– ¿Segura?
–Claro que sí.
–me entendió perfectamente a lo que me refería.
Fuimos a mi casa
y no se encontraba nadie. Naly pasó y me esperó en la sala. Entre ala
habitación de mi hermano a buscar lo que queríamos, pero no encontré nada.
–No lo encontré,
no creo que tenga.
–Diablos sería la
primera vez que lo hiciéramos... – me lo dice entre gemidos y con la voz suave
y dulce al oído.
–Lo sé... – trago
saliva- que excitante se escuchó eso...
–Lo se me esmere
para hacer que se escuchara así.
Reímos.
No teníamos marihuana pero eso no nos haría pasar un mal rato. Jugamos
video-juegos, pedimos una pizza. Fumamos cigarrillos. Hasta oscurecer. Nos
divertimos como siempre
–Es muy tarde,
tengo que irme. –me dice Nallely mientras bosteza y se talla los ojos.
–Está bien, deja
llamo un taxi–pido el taxi por teléfono–...Listo que en veinte minutos
llega. Lo esperamos afuera si quieres.
– ¡Seguro! ¿Tienes
un cigarro?
Se lo ofrezco
mientras estamos sentados en las escaleras de afuera. Recordando la vez que la
mire aquí llorando. Sea lo que sea que tengamos yo me sentía a gusto y sé que
ella lo estaba igual.
–Sabes Armando,
perdón, Mr. Ardo. –ríe mirándome a los ojos.
La miro con cara
de desigualdad.
–Buena esa... –la
tomo de los hombro y la abrazo acercándola hacia a mí.
–Tengo cáncer.